A todos nos suena de algo la ITV. Tengamos vehículo a motor o no, más de una vez habremos oído cosas como “me toca pasar la ITV”, “ no veas las colas que se forman…”, “tengo que cambiar las gomas porque si no, el coche no me va a pasar la inspección….”, etc…
El Real Decreto 2344/1985, de 20 de noviembre, por el que se regulaba la inspección técnica de vehículos (ITV), estableció los tipos y frecuencias de las inspecciones técnicas a que han de someterse los vehículos matriculados en España. El citado Real Decreto dispuso la incorporación escalonada de los vehículos particulares a la obligatoriedad de inspección técnica, haciendo viable de este modo la adecuación de la oferta inspectora al aumento de la demanda de inspecciones derivadas del calendario escalonado previsto en la disposición transitoria tercera de la citada norma.
Más allá de cuestiones legales y legislativas, en el momento de entrar en los talleres de inspección a muchos de nosotros nos entra un pelín de miedo (los que tienen coches nuevos algo menos, seguro), quizás por el temor a “no pasar la prueba” o por las molestias que nos ocasionaría tener que pasar por el taller a arreglar los desperfectos detectados. Sin embargo, una vez que nos dan el visto bueno y nos ponen la pegatina en el margen superior derecho del parabrisas, nos vamos tranquilos a casa porque sabemos que no somos potenciales asesinos en la carretera (al menos por motivos mecánicos) y hasta dentro de unos meses o años no tendremos que llevar de nuevo el coche a revisión.
Cuando hablamos de formación, en el fondo también nos gusta tener pegatinas. Al contrario que los coches, donde usamos una rasqueta o espátula para eliminar los antiguos adhesivos de la ITV y dejar sólo el más reciente, en nuestro curriculum nos encanta tener etiquetas, pegatinas y diversas maneras de categorizar los infinitos cursos que hacemos (lo que ya en muchas partes se ha nombrado como “cursitis” o sobreformación). El problema es que en muchas ocasiones entendemos la formación como una etapa de la vida que empieza en un sitio y acaba en otro, y las pegatinas se nos quedan viejas, obsoletas y poco acordes con los requerimientos actuales del sistema.
Es habitual que esas personas que contemplan la formación como una etapa aislada y no como parte de un proceso vital contínuo vean las acciones formativas como una “pesadez a la que nos obliga la empresa y encima no sirve para nada”, o como una manera de no quedarse atrás con respecto a otras personas de su entorno o potenciales competidores en el mercado laboral. Si volvemos a la metáfora de la ITV, estos profesionales cumplen con los requisitos mínimos para tener la pegatina nueva: van al taller, reparan lo que tengan que reparar, pero con el único objetivo de “superar el trámite”. No depositan cariño en mantener el coche día a día, sino que a última hora y con prisas intentan tener todo a punto para pasar el dichoso trámite
Con este tipo de filosofía, hacemos de la formación una suerte de “acatamiento formativo” donde nos dedicamos a recibir discursos y clases magistrales con el fin de obtener el diploma; quizás no nos importan demasiado los contenidos, sino lo que pone el diploma y el número de horas que nos contará en el CV. Kiko Veneno titulaba un disco suyo “Está muy bien eso del cariño”; yo digo que “Está muy bien eso de formarse”. Si hace unos días hablaba de mi experiencia y mis actitudes ante la docencia, hoy me gustaría centrarme desde el punto de vista del alumno.
Para mi opinión la formación no debería tener un inicio ni un final establecido cronológicamente; deberíamos estar abiertos a la actualización de conocimientos permanente, no necesariamente con acciones formativas concretas, sino actualizando nuestros conocimientos con las infinitas herramientas que nos otorga la red 2.0 hoy en día. Tenemos a nuestra disposición plataformas online con las cuales poder compatibilizar nuestros horarios laborales con los de la formación, cientos de wikis y foros para poder conversar y aportar opinión y conocimiento sobre múltiples temáticas y un sinfín de oportunidades para formarnos.
Pero más allá de esto, contemplo la formación como una necesidad de “estar al día”. En muchas profesiones siempre ha sido conditio sine qua non para poder ejercer (por ejemplo, un abogado debe actualizarse constantemente en materia legislativa; un mecánico debe estar formado en herramientas electrónicas de diagnosis, etc…); sin embargo, estas acciones son sólo parte del proceso, porque aunque estemos actualizados podemos seguir teniendo “orejeras” que sólo nos permiten una visión de túnel: “Como yo aprendí de esta manera, pues hago las cosas de esa manera”.
No quiero dar a entender con los párrafos anteriores que debamos estar obsesionados con la asistencia a cursos de reciclaje ni a darnos de alta en decenas de foros y wikis. No se trata de eso. Mi filosofía es que debemos entender el aprendizaje como una parte más de nuestra profesión; si necesitamos comer, dormir y comunicarnos todos los días ¿por qué no dedicar un poco de tiempo a ver las cosas de otra manera? ¿Por qué no ponernos al día con aquellas materias que vimos en la facultad y que ya están desfasadas?
No pases la ITV formativa sólo por cumplir. Piensa que, en el mejor de los casos formarte te hará mejor profesional, y de rebote puedes conocer a grandes profesionales, tanto si haces formación presencial o a distancia. No mires ir a clase o darte de alta en un foro como una recepción de información: compartir conocimientos, participar, dialogar, discutir y llegar a algunas conclusiones también es aprender. La formación debería ser permanente interacción y aprendizaje mutuo. Si de verdad te gusta tu profesión, hazle un mantenimiento diario y no esperes al último día, tú y los demás seguro que lo agradecerán.
Oliver Serrano León
Por desgracia amigo Oliver, el hecho es que cada dia la formación es vista como 'un mero trámite' y en eso ya no tienen nada que ver los formadores sino la mayor parte de las veces las propias empresas y los departamentos de RRHH no saben dar a entender a sus miembros de la importancia que ella tiene.
Esto hace que sea pecibida por el empleado como un esfuerzo sobrehumano y la unica preocupacion seas: si se lepagan esas horas o si se las van a quitar de la jornada laboral.
Triste pero cruda realidad.
Hola Oliver:
Coincido con José Luis. Muchas veces es considerada como un mero trámite. Unas veces por fallos en la planificación y en la explicación y, otras, porque al empleado, le da exactamente lo mismo. El que no quiere aprender, no lo hará. Sea un curso de formación o cosas de la vida. Y, por desgracia, hay mucha gente así.
Un saludo
Hola Jose Luis, gracias por pasarte. En las empresas puede darse algo paradójico: que los empleados quieran formación y estén motivados, pero no se les de la oportunidad o que la empresa sí quiera (o "invite" amablemente a sus empleados a formarse) y éstos no quieras. Independientemente de ésto, para mí hay dos clases de personas: las que entran en el aula con ganas de aprender, y las que entran con ganas de irse. Saludos 😉
Hola Fernando, gracias por pasarte. Lo que dices tiene que ver con el fondo de lo que quería decir en el post: es cuestión de actitud: hay gente o empresas muy predispuestas y otras que no. También creo que muchas veces se ofertan "paquetes" de formación que quizás no se adecuen a la demanda real: eso realmente puede desmotivar mucho. Saludos 😉
Muy bueno Oliver, me ha gustado el ejemplo de las pegatinas. Es una realidad que en estos momentos mucha gente ve la formación como obtener certificados que de alguna forma protejan su puesto de trabajo o que les sirvan de aval ante la búsqueda de un empleo.
Te felicito por el post.
Hola Alberto, gracias por pasarte y comentar. No creo que sea malo usar la formación como una especie de aval, sino que no se tenga en cuenta el "contenido" de esa formación. Muchas veces sólo nos acordamos de la formación cuando hay algún tipo de inspección, siguiendo con la metáfora de la ITV. Un saludo 😉