Mi proyecto de búsqueda de empleo (II): no pierdas la noción del tiempo

Hace algunas semanas empezaba un ciclo de posts dedicados a mi propio proyecto de búsqueda de empleo, ya que, aunque trabajo con gran entusiasmo a tiempo parcial en una magnífica consulta privada de psicología e imparto formación cuando puedo y cuando me dejan, los ingresos que obtengo no son suficientes y ando buscando qué soy y en qué puedo encajar en el mercado.

En el primer post hice un análisis DAFO personal, que si bien era algo sui generis, ya que de alguna manera empezaba la casa por el tejado (analizaba mis pros y contras personales y profesionales pero sin objetivos demasiados concretos), me ayudaba a clarificar pasos a dar para conseguir mi propósito en cuanto a empleo se refiere.
Una vez que tengo más o menos claros mis cualidades y defectos y cómo encajarlos en el mercado de trabajo, el siguiente paso sería hacer un DAFO estratégico con un objetivo claro, pero antes de eso me gustaría reflexionar sobre una de las cosas que le suelen pasar a las personas que se quedan en situación de desempleo: la pérdida de la noción del tiempo.
Estamos ahora mismo en la estación del año por excelencia para irnos de vacaciones. Algunas personas ahorran durante todo el año para darse un capricho y volar unos cuantos miles de kilómetros, otros se quedan más cerca de su residencia habitual y algunos, por desgracia, se quedan en casa porque no pueden permitirse salir de ella. Pero en cualquiera de los casos, cuando disfrutamos de las vacaciones desconectamos de tal manera que no somos conscientes en qué día vivimos: un lunes puede ser igual que un domingo porque no hace falta que nos levantemos temprano y nuestras obligaciones se reducen drásticamente.
Pero lo peligroso es estar en situación de desempleo y confundirlo con estar de vacaciones. No cabe duda de que cuando llevamos muchos años trabajando y nos quedamos en paro los primeros días no encajamos bien la situación: nos levantamos de la cama pronto, vemos que en la calle hay actividad porque es un día laborable, pero nos sentimos extraños porque “no hay nada que hacer”. Aunque es aconsejable, si es posible, tomarse un pequeño período sabático para la reflexión antes de iniciar la búsqueda de empleo, ese período puede convertirse peligrosamente en una pérdida de la noción del tiempo para el desempleado, y una confianza ciega en que “ya vendrán cosas mejores” y “el tiempo lo arreglará todo”.
Si a esa situación le sumamos la época estival, es muy fácil dejar pasar los días uno tras otro y no percibir en qué día vivimos ni seguir el ritmo de “los que trabajan”. En mi caso, al trabajar algunos días a la semana no he perdido del todo esa visión, pero las mañanas se han convertido en un espacio demasiado disperso, donde unos días hago cosas y otros no, depende de las circunstancias, y no es bueno que las circunstancias mediaticen totalmente las actividades, eso desde luego. Aunque el tiempo “libre” me ha permitido disfrutar más de la familia y eso no tiene precio
Así que mi siguiente propósito, aún no teniendo todavía del todo claro el proyecto a realizar (aunque cada vez lo tengo más claro y probablemente lo publique en un próximo post), cuando el camino se despeje y los árboles no me impidan ver el bosque, me plantearé hacer una plantilla de horarios como si estuviese estudiando o trabajando (es más: creo que buscar trabajo debe ser un trabajo en sí mismo, por muy mal que estén las cosas).
Hasta el momento no puedo decir que haya estado inactivo: me molesto en mirar ofertas de empleo, he acudido a algunas entrevistas, y como ya he dicho, sigo trabajando en lo que me gusta. Sin embargo, creo que debo racionalizar el tiempo para todas estas actividades independientemente del proyecto que vaya a iniciar. De otra manera, puedo caer en un estado más apático porque un martes o un viernes significan lo mismo para mí de momento.
En resumidas cuentas, al menos por mi parte, voy a intentar aprovechar las horas que tiene el día de forma racional, y no que las horas se aprovechen de mí.

TWITTER: ¿MEDIOS O FINES?

Una de las cosas que más me llama la atención de twitter es que uno de los temas preferidos para hablar es el propio twitter (algo que alguna vez he denominado en mi timeline como “metatuiteo”). Pienso que una de las razones de este fenómeno es la explosión de popularidad que ha tenido esta red en el último año en España, y que también, de alguna manera, todos nos asombramos cada día de la cantidad de gente interesante que podemos conocer y del funcionamiento ágil y rápido que nos ofrece el la aplicación del pajarito.

Casi todos, en cierta medida, conocemos ya las bondades de twitter: hay gente que le da un uso algo histriónico y retransmite por la red sus sentimientos, emociones y quehaceres diarios; ciertas personas publican en el pequeño espacio disponible frases o citas para la reflexión (algo así como algunos sobres de azúcar en su parte trasera),otros prefieren usarlo como una vía de promoción de su producto; algunos lo usan como extensión de su blog personal o profesional, y muchos hacen un uso que yo denominaría “mixto”: tuitean lo que escriben en la blogosfera, pero sin dejar de tener una participación activa compartiendo enlaces interesantes y manteniendo mini conversaciones en los ratos que pueden.
En cualquier caso, y como quiera que sean sus múltiples usos, hay que reconocer que el crecimiento en su número de usuarios su popularidad no hacen más que crecer, llegando a ser en muchas ocasiones un medio de comunicación de referencia; también he comentado alguna vez en el timeline que antes en la TV referencias a twitter, y ahora pasa lo contrario, nos enteramos de las cosas de la TV por twitter ( y si hacemos algo de fuerza, logramos que algunos tuiteros aparezcan en la pantalla ).
Pero no es mi intención hacer un pormenorizado estudio del comportamiento tuitero (ya en su día hice un pequeño acercamiento hablando del egocentrismo 2.0). Mi reflexión va dirigida al planteamiento con el que participamos en twitter. Cuando leía el otro día una frase de @AgustiLopez, que decía algo así como “si te das de alta en linkedin pero no haces nada, en vez de una red se convierte en un directorio”, me hizo pensar enseguida que en muchas ocasiones tenemos unas expectativas demasiado elevadas con respecto al mundo 2.0
En general solemos tener un problema con los objetivos y las expectativas de cambio. Uno de los fenómenos que ocurren con más frecuencia es que queremos que algo cambie, pero sin cambiar nada (como si se tratase de pulsar un botón on/off para generar el cambio). @JoseLdelCampo y otros muchos blogueros del área de empleo y recursos humanos ya han comentado varias veces que el 2.0 no sirve de mucho si no profundizamos un poco más. El hecho de estar inscritos o apuntados en una red, ya sea social, profesional o de otro tipo, no implica ningún hecho en particular, aunque estemos “conectados”.
Sin embargo muchas veces ocurre lo contrario: pensamos que una herramienta “mágica” nos dará nuevas y múltiples oportunidades, y que la vida ya no será como antes. La ilusión del control nos domina, generamos expectativas no realistas, bien por desconocimiento o por una excesiva idealización de las posibilidades del pajarito azul, y no somos conscientes de que quizás sea él quien nos domine de alguna manera. Twitter es una magnífica herramienta de comunicación, pero no la confundamos con un fín en sí mismo.
Lo malo del asunto es que si nuestros objetivos se sitúan a la altura del Everest, y nada más llegar al campo base nos sentimos agotados, sin oxígeno y desanimados, es posible que fuera mejor escalar pequeñas colinas todos los días. Pensamos que twitter es todo y todo está en twitter, pero no es así: el panorama es bastante “sectario” todavía, y es más una mayoría que no está que la que sí, aunque la participación de los diferentes sectores sociales sea cada vez mayor. En todo caso todavía hay muchos segmentos de la población que no usan twitter, y eso hay que tenerlo en cuenta.
Visto lo visto, mejor sería plantearnos objetivos como “voy a ver si encuentro personas o enlaces interesantes por aquí” que “surgirán decenas de proyectos innovadores que harán que mi futuro dé un vuelco”. Lógicamente son dos ejemplos muy extremos, y las cosas no son nunca negras o blancas del todo, pero en todo caso o ideal es plantear objetivos más cercanos y alcanzables, y sobre todo, no esperar demasiado a cambio de nada. Ni mucho menos quiero ofrecer una visión pesimista del asunto: se pueden lograr muchas cosas con twitter, pero son las que son, y para subir una escalera hay que ir peldaño a peldaño, porque si no corremos un riesgo muy probable de darnos un buen trastazo.
Twitter nos ofrece información, comunicación…un medio muy eficaz para estas labores, y que seguramente nos puede ayudar mucho a establecer nuevos enlaces y contactos, pero no subestimemos el 1.0; el timeline sigue corriendo pero debemos ser nosotros los que decidamos qué camino elegir.

Oliver Serrano León

ERES BUEN PROFESIONAL, PERO ¿TIENES VALIDEZ APARENTE?

Según cuenta Plutarco en sus «Vidas paralelas», un patricio romano llamado Publio Clodio Pulcro, dueño de una gran fortuna y dotado con el don de la elocuencia, estaba enamorado de Pompeya, la mujer de Julio César. Tal era su enamoramiento, que en cierta oportunidad, durante la fiesta de la Buena Diosa -celebración a la que sólo podían asistir las mujeres- el patricio entró en la casa de César disfrazado de ejecutante de lira, pero fue descubierto, apresado, juzgado y condenado por la doble acusación de engaño y sacrilegio.

Como consecuencia de este hecho, César reprobó a Pompeya, a pesar de estar seguro de que ella no había cometido ningún hecho indecoroso y que no le había sido infiel, pero afirmando que no le agradaba el hecho de que su mujer fuera sospechosa de infidelidad, porque no basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo. La expresión, con el tiempo, comenzó a aplicarse en todo caso en el que alguien es sospechoso de haber cometido alguna ilicitud, aún cuando no hubiera dudas respecto de su inocencia, en la forma «No basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo».

En la actualidad, en Psicología es muy habitual el uso de validez, sobre todo cuando hablamos de tests psicológicos. En psicología científica se elaboran cuestionarios que intentan medir innumerables variables, pero se exige que tengan un mínimo de validez (que mida lo que quiere medir) y fiabilidad (que mida siempre lo mismo). Hay muchos tipos de validez (de contenido, de constructo…) y de fiabilidad (test-retest, interjueces…) pero quizá uno de los tipos de validez a los que se presta menos atención es la validez aparente.

En resumidas cuentas, cuando hablamos de un test que tiene validez aparente es aquel tests que no sólo es bueno, sino que también aparenta serlo (ya sea por su formato, por cómo se explican las instrucciones, por el diseño, etc…), o sea que la reprobación del César a Pompeya encaja perfectamente para este tipo de validez.

Pero vamos un poco más allá de los tests psicológicos. En nuestra vida personal y profesional buscamos constantemente la validez aparente. La perseguimos cuando compramos una marca en concreto; no sólo nos interesa el contenido de un producto, prestamos mucha atención al “envase” que envuelve ese producto (¿te fiarías de un médico que te atiende en chándal en su consulta, aunque fuera de prestigio reconocido?).

Aunque no necesariamente todos los profesionales necesitemos pasar por un proceso de branding o marca personal, si que es cierto, y más hoy en día, que la marca cuenta. Podemos ser buenos profesionales, formados, éticos en nuestra labor y preocupados por aprender….pero ¿y si no tenemos validez aparente?. Todo el prestigio se puede ir al garete porque, en términos generales, compramos o contratamos un producto con los ojos y con la cartera, pero no con el cerebro (¿cuántas veces nos hemos decidido más por un producto que por otro por su “imagen”?).

El refrán o el dicho popular dice “las apariencias engañan”, pero aún siendo cierto, en muchas ocasiones más que engañar refuerzan el producto. Cometemos muchas veces el error fundamental de atribución, buscando correlaciones inexistentes entre variables (“como es guapo, huele bien y va bien vestido, es buen profesional), pero nos guste o no, funcionamos de esta manera: usamos prejuicios, estereotipos…y sin duda, una buena presentación del producto ayuda mucho a su éxito final.

En un anuncio de colirio en televisión aparece un joven que va a una entrevista de trabajo con los ojos rojos; la secretaria, que es amiga suya, le recomienda aplicarse la solución líquida para lograr un mejor aspecto, ya que si no podría llamar la atención del entrevistador. ¿Tú que haces para mejorar tu validez aparente? ¿Le das importancia o crees que la procesión va por dentro?

Oliver Serrano León

Nota: referencia histórica tomada del blog www.historiaclasica.com, foto tomada de Internet, del anuncio de la marca «Vispring».

CARRERA PROFESIONAL: ¿Y QUÉ HACEMOS AHORA CON NUESTRO TALENTO?

Tras la jornada laboral de ayer, al llegar a casa, decidí revisar mi correo electrónico personal, tras varios días habiéndolo dejado en el olvido del ciberespacio.

Después de quince minutos eliminando spam, ofertas ficticias de trabajo, viajes a mitad de precio, algún producto milagroso, y varios premios millonarios de los que curiosamente era el único agraciado, encontré un mail de un gran amigo con el que hacía unos meses que no hablaba, y que llamaremos Carlos.

Carlos es un joven talento de Madrid. Psicólogo de profesión y con una brillante carrera profesional en el mundo de los recursos humanos, dirige actualmente el departamento de Desarrollo de una importante constructora-promotora de nuestro país.

En su mail me realizó una consulta que paso a compartir con todos los seguidores de este blog:

“Como sabes en los últimos cinco años nuestro crecimiento ha sido muy grande, concretamente del 25 % en volumen de negocio. La bonanza económica de aquellos años y las perspectivas positivas de futuro, hicieron tomar la decisión de realizar una gran expansión para mejorar nuestra posición competitiva, intentando estar presentes, muy cerca de todos nuestros potenciales clientes, y adelantarnos así a nuestros mayores competidores.

Esta estrategia de expansión ambiciosa hizo que incorporáramos a nuestra plantilla en estos años a 400 personas, para dar respuesta a las 70 oficinas que hemos aperturado por toda la geografía nacional.

Este crecimiento hizo que pusiéramos en marcha procesos de evaluación del potencial para encontrar entre nuestros compañeros los directivos que liderarían las nuevas oficinas. Ambas causas nos hicieron activar importantes planes de formación para las nuevas incorporaciones y para dotar de las competencias necesarias a los nuevos directores de sede.

A pesar de haber sido capaces de superar esta crisis actual, y más profundizada en nuestro sector como es bien conocido, sin tener que prescindir de nadie y sin realizar el cierre de ninguna de las nuevas sedes, tengo una preocupación que gira en mi cabeza para el futuro y para la que te pido tu opinión.

Adelantándome unos años, si hacemos una fotografía de nuestra estructura actual, más del 60 % de los directivos tienen menos de 40 años (porcentaje que ha aumentado tanto por la última expansión), hemos además creado una cultura de ascensos muy rápidos motivados por la coyuntura vivida, y además de las nuevas 400 personas, tenemos unas 500 más con menos de 30 años. Con esta radiografía, estoy muy preocupado con las oportunidades que podemos ofrecerles para sus carreras profesionales y con la posibilidad de que se nos escape por ello mucho talento.

¿Cómo mantener motivados e ilusionados a todos estos compañeros/as con unas escasas posibilidades de promoción por la juventud de sus directivos?, ¿cómo reinventar un nuevo sistema de carrera profesional?,…”

Se trata, como hemos podido observar, de un caso muy común al que se van a enfrentar las empresas que superen la situación económica actual, con unas plantillas tan jóvenes y con pocas posibilidades de crecimiento profesional.

¿Se les ocurre que le deberíamos de aconsejar?

Sergio Martín Corzo