Facebook + Jobsket: “Trabaja con Nosotros”, talento español al servicio del empleo Mundial

Hoy nos ha maravillado a todos la noticia de que nuestro querido Facebook podrá convertirse en el mayor portal de empleo del mundo gracias a una aplicación desarrollada con “talento español” desde la compañía Jobsket ( empresa que desarrolla tecnología semántica para el sector de los recursos humanos)  y que se denomina “Trabaja con nosotros”
La noticia ha copado todos los diarios digitales especializados en temas de recursos humanos. Y es que no es para menos, pues, una aplicación que, aunque inicialmente está disponible para España y Latinoamérica, próximamente podrán utilizar 500 millones de usuarios potenciales, ofrece unas grandes posibilidades para las empresas ávidas de reclutar talento a través de estrategias 2.0
Si en los últimos años las organizaciones han pasado rápidamente de solicitar curriculums en papel a través de la prensa o la radio, a requerirlos a través de mails, a poder tener formularios estándares en sus páginas web que les permitieran tratar esos datos en diferentes bases, a introducirse, no hace tanto tiempo, en las grandes posibilidades de las redes sociales profesionales como xing,  linkedin,…ahora se da un paso gigante en esta revolución de la selección del talento, como es disponer de la posibilidad de publicitar tus ofertas de empleo, recibir solicitudes y realizar marketing de tu empresa en esta economía globalizada en la que vivimos de una forma diferente. Y no es que pensemos solamente en el ahorro de costes de un proceso de selección con herramientas como esta, sino en el hecho de que se abre la posibilidad de tener un mayor número de candidatos con el perfil idóneo, y además, en el lugar del mundo en el que lo necesitas.
Podemos afirmar al mismo tiempo que todas estas ventajas estarán en nuestras manos a golpe de varios clicks, ya que, para utilizar la aplicación “Trabaja con nosotros”, las empresas sólo han de disponer de una página en Facebook que se puede crear de manera gratuita. La aplicación instalará una pestaña nueva, denominada “Empleo”, desde donde los futuros candidatos podrán acceder a las ofertas de trabajo de manera sencilla.
Para las empresas el poder publicar ofertas de trabajo en Facebook hace posible que puedan ser promocionadas dentro de las redes sociales de los candidatos, lo que significa llegar a un mayor número de futuribles trabajadores potenciales de una manera más rápida y ágil.
Para el candidato la aplicación también es sencilla de utilizar. Solamente, tendrá que acudir a la página de la empresa en Facebook y visitar su nueva pestaña de Empleo. En este espacio verá todas las ofertas disponibles y podrá inscribirse en las mismas, además de poder chequear el estado de sus solicitudes, o realizar su propia autocandidatura. Pensemos asimismo, que todo ello se realizará sin llenar largos cuestionarios, salir de la red, o mandar un solo mail ( ¿estaremos asistiendo en directo a la colocación de una pala más de arena que enterrará en uso del mail personal?)
Esta nueva aplicación está programada para ser utilizada de manera gratuita durante el primer mes. Pasado este tiempo la empresa ha de contratar uno de los planes de precios de Jobsket ATS (htpp://apps.facebook.com/jobsket)
Para algunos como nosotros que hemos trabajado tanto en el mundo de la orientación laboral, como en el otro lado de la barrera realizando selección de personal, con procesos de selección incluso masivos, se abre una nueva etapa de grandes cambios, y por tanto, mejoras en nuestro trabajo.
Por cierto, como nota bibliográfica de apoyo a los que nos iniciamos en este magnífico mundo, la pasada semana Amparo Díaz LLairó presentó su nuevo libro “El talento está en la red”, publicado con la editorial LID y que sin duda, en palabras de la editora Helena López Casares, constituye un manual “que ayuda a entender qué significan las redes sociales y cómo se pueden utilizar de forma eficaz en el reclutamiento”. Y es que, sin duda, como declara la propia Helena “las empresas que no se suban al carro de la era 2.0 se van a quedar atrás porque las mejores van a estar en la red”.
¿Nos subimos?
Sergio Martín Corzo

¿Has hecho ya tu máster de búsqueda de empleo?

Este verano no he posteado casi nada. Sumando las vacaciones y las vueltas a la cabeza que he dado con nuevos proyectos, sí que me ha dado tiempo de reflexionar sobre varios temas.
Uno de ellos es el gran crecimiento que han experimentado los blogs y tuiteros (en algunas ocasiones, un servidor) que hablan sobre recursos humanos, pero más concretamente sobre orientación profesional y búsqueda de empleo. En los últimos años los servicios de ayuda para el desempleado se han multiplicado, ya sea a través de los servicos públicos de empleo de las comunidades autónomas (servicios OPEA, tutores de empleo, etc…) y también, como ya decía antes, a través de muchísimos posts y tuits en la red.
No cabe duda de que el desempleo puede ser una de las mayores preocupaciones para los españoles en la actualidad. Son millones las personas y familias que se encuentran en paro y tienen que vérselas cada día con situaciones complicadas, no sólo a nivel económico, sino en la mayoría de las ocasiones también a nivel social y psicológico.
Quedarse en situación de desempleo supone, a priori, una serie de consecuencias:
         Menos o nulos ingresos económicos.
         Situación de indefensión aprendida, en donde por mucho que hagamos parece que no conseguimos nada.
         Pérdida o dificultad para el mantenimiento del status social.
         Desconocimiento del mercado laboral, sobre todo en los casos en los que se llevaba trabajando en el mismo puesto y empresa durante largos años.
Sin entrar en detalle en otras posibles consecuencias, lo que sí queda claro es que estamos ante millones de “consumidores” que necesitan de un “servicio” en concreto. Ya hace tiempo se ha planteado en algunos blogs la pregunta de si pagaríamos por que alguien nos facilitara la búsqueda de empleo, o directamente, nos encontrara un trabajo. Alfonso Alcántara hablaba de ello en dos posts de hace ya algún tiempo, donde se describían los servicios  “premium” o de pago que habían establecido algunas webs de búsqueda de empleo o de networking. No es el motivo de mi post entrar a discutir o no si estos servicios son caros o baratos (es conveniente revisar la discusión generada en los dos posts de Yoriento) sino más bien discutir acerca de ¿Por qué da tanto miedo en España pagar por estos servicios?
Creo que uno de los principales motivos es el temido “voluntarismo” que se asocia a algunos oficios en concreto, sobre todos aquellos que están enmarcados en el ámbito de lo “social”; es decir: estamos muy acostumbrados a que determinados trabajos asistenciales se ofrezcan con un carácter de gratuidad (por ejemplo, empleos de la rama sanitaria, trabajadores sociales, psicólogos, educadores, etc…). De alguna manera, “nos parece mal” que se cobren por esos servicios porque estamos acostumbrados a que se nos ofrezcan sin pagar un euro a través de diversas instituciones, aunque también es cierto que cuando estamos descontentos con esos servicios prestados acudimos a uno privado, bien para que nos atiendan mejor o para tener una segunda opinión.
O sea que, siguiendo con el mismo ejemplo, en cuestiones sanitarias no solemos dudar en acudir a un profesional “de pago” porque nos parece más fiable o con un mayor prestigio que los servicios públicos. Hasta cierto punto, es bastante comprensible, ya que la salud es algo que todos queremos conservar.
Pero vuelvo a hacerme la misma pregunta: ¿por qué no pagar a un profesional que nos facilite la búsqueda? O mejor todavía ¿por qué no crear una empresa dedicada a ello si tenemos experiencia en la materia? En los últimos años asistimos en nuestro país a una terciarización de la economía, en donde podemos obtener servicios de todo tipo, cada vez más especializados: nos traen la compra a casa, conseguimos smartphones estupendos a bajo precio cuando tenemos puntos acumulados en nuestra operadora, tenemos buenos sistemas de transporte…etc…
Sin embargo, la búsqueda de empleo se convierte en una especie de entrenamiento militar, en donde debemos, entre otras cosas: mejorar habilidades personales, ser unos excelentes redactores de curriculums, hacernos especialistas en las entrevistas de trabajo apuntarnos a todas las bolsas de empleo habidas y por haber…y por si fuera poco, en entornos 2.0 debemos darnos de alta en las principales redes y familiarizarnos con un nuevo tipo de comunicación. En conclusión, parece que hay que hacer un trabajo de especialización para conseguir un puesto de trabajo.
 No digo que todo lo anterior no esté bien, sin duda el entrenamiento en ciertas habilidades no sólo supone una mejora de las posibilidades de empleabilidad, sino muchas veces también  nivel personal…pero cambiemos la temática de búsqueda de empleo con algo más banal. Imagínate que se te avería tu coche…¿harías un curso exhaustivo de mecánica para conocer todos los elementos al detalle de un motor de inyección, o contactarías con un mecánico de tu confianza para que hiciera un buen diagnóstico y reparara el vehículo?
La mayoría de nosotros, aunque también hay mucho “manitas”, llevaría el coche al taller. Entonces, ¿qué ocurre con la búsqueda de empleo? ¿No es suficientemente importante como para pagar a un profesional? ¿Por qué no contar con la ayuda de personal cualificado para que nos preste ese servicio?
Podría parecer que tiro piedras contra mi propio tejado, ya que ha sido durante algunos años orientador profesional, pero no se trata de eso…algunas personas elegimos a los médicos de la Seguridad Social y otros acudimos a privados; eso no significa que uno tenga que ser mejor que otro, sino que se trata de un sistema de libre mercado y de libre elección del usuario o consumidor. ¿Por qué entonces demonizar la posibilidad de un servicio de empleo profesional y privado? ¿Es malo en sí mismo?
Ahí dejo las preguntas. Sólo me planteo que si no se modernizan los servicios públicos de empleo o surgen otros privados que innoven y ofrezcan un buen servicio, muchos deberemos seguir haciendo un “máster en búsqueda de empleo”

Oliver Serrano León

Mi proyecto de búsqueda de empleo (II): no pierdas la noción del tiempo

Hace algunas semanas empezaba un ciclo de posts dedicados a mi propio proyecto de búsqueda de empleo, ya que, aunque trabajo con gran entusiasmo a tiempo parcial en una magnífica consulta privada de psicología e imparto formación cuando puedo y cuando me dejan, los ingresos que obtengo no son suficientes y ando buscando qué soy y en qué puedo encajar en el mercado.

En el primer post hice un análisis DAFO personal, que si bien era algo sui generis, ya que de alguna manera empezaba la casa por el tejado (analizaba mis pros y contras personales y profesionales pero sin objetivos demasiados concretos), me ayudaba a clarificar pasos a dar para conseguir mi propósito en cuanto a empleo se refiere.
Una vez que tengo más o menos claros mis cualidades y defectos y cómo encajarlos en el mercado de trabajo, el siguiente paso sería hacer un DAFO estratégico con un objetivo claro, pero antes de eso me gustaría reflexionar sobre una de las cosas que le suelen pasar a las personas que se quedan en situación de desempleo: la pérdida de la noción del tiempo.
Estamos ahora mismo en la estación del año por excelencia para irnos de vacaciones. Algunas personas ahorran durante todo el año para darse un capricho y volar unos cuantos miles de kilómetros, otros se quedan más cerca de su residencia habitual y algunos, por desgracia, se quedan en casa porque no pueden permitirse salir de ella. Pero en cualquiera de los casos, cuando disfrutamos de las vacaciones desconectamos de tal manera que no somos conscientes en qué día vivimos: un lunes puede ser igual que un domingo porque no hace falta que nos levantemos temprano y nuestras obligaciones se reducen drásticamente.
Pero lo peligroso es estar en situación de desempleo y confundirlo con estar de vacaciones. No cabe duda de que cuando llevamos muchos años trabajando y nos quedamos en paro los primeros días no encajamos bien la situación: nos levantamos de la cama pronto, vemos que en la calle hay actividad porque es un día laborable, pero nos sentimos extraños porque “no hay nada que hacer”. Aunque es aconsejable, si es posible, tomarse un pequeño período sabático para la reflexión antes de iniciar la búsqueda de empleo, ese período puede convertirse peligrosamente en una pérdida de la noción del tiempo para el desempleado, y una confianza ciega en que “ya vendrán cosas mejores” y “el tiempo lo arreglará todo”.
Si a esa situación le sumamos la época estival, es muy fácil dejar pasar los días uno tras otro y no percibir en qué día vivimos ni seguir el ritmo de “los que trabajan”. En mi caso, al trabajar algunos días a la semana no he perdido del todo esa visión, pero las mañanas se han convertido en un espacio demasiado disperso, donde unos días hago cosas y otros no, depende de las circunstancias, y no es bueno que las circunstancias mediaticen totalmente las actividades, eso desde luego. Aunque el tiempo “libre” me ha permitido disfrutar más de la familia y eso no tiene precio
Así que mi siguiente propósito, aún no teniendo todavía del todo claro el proyecto a realizar (aunque cada vez lo tengo más claro y probablemente lo publique en un próximo post), cuando el camino se despeje y los árboles no me impidan ver el bosque, me plantearé hacer una plantilla de horarios como si estuviese estudiando o trabajando (es más: creo que buscar trabajo debe ser un trabajo en sí mismo, por muy mal que estén las cosas).
Hasta el momento no puedo decir que haya estado inactivo: me molesto en mirar ofertas de empleo, he acudido a algunas entrevistas, y como ya he dicho, sigo trabajando en lo que me gusta. Sin embargo, creo que debo racionalizar el tiempo para todas estas actividades independientemente del proyecto que vaya a iniciar. De otra manera, puedo caer en un estado más apático porque un martes o un viernes significan lo mismo para mí de momento.
En resumidas cuentas, al menos por mi parte, voy a intentar aprovechar las horas que tiene el día de forma racional, y no que las horas se aprovechen de mí.

Empleo: ¿Cuidas tanto tu perfil 2.0 como el 1.0?

Tradicionalmente, en los que a la búsqueda de empleo se refiere, se ha insistido muchísimo en la importancia de tener un elaborado un buen currículum en la medida en que es la primera imagen que van a tener de nosotros las personas que se dedican a la selección de personal.
Prácticamente nos sabemos de memoria los consejos y recomendaciones sobre este particular: usa un folio de calidad, usa un tipo de letra legible y que no llame demasiado la atención, presenta la información de manera ordenada, ten cuidado con los márgenes, si pones foto que sea clara, etc…no vamos a entrar a detallar más estos aspectos porque ya se han comentado en múltiples ocasiones.
Es cierto que nuestra hoja de vida puede ser la primera información que tenga una empresa acerca de nosotros, pero los tiempos están cambiando, y con una simple búsqueda en google, cualquier persona puede saber poco, algo o mucho de nosotros, dependiendo de nuestra presencia en la red. Entonces, si estamos siendo visibles en la red, ¿no deberíamos cuidar un poco nuestra imagen en el 2.0?
Con respecto a la imagen, nos guste o no, la forma en la que nos presentamos puede decir mucho de nosotros, aunque los prejuicios y estereotipos provoquen distorsiones en la percepción de la realidad. Pero aún así, a nadie se nos ocurriría presentarnos en chándal a una entrevista de trabajo, ni siquiera si nos dedicásemos a preparadores físicos. También se ha hablado mucho de este tema, y podemos estar de acuerdo en que hay que adaptar nuestra imagen a la hora de acudir a una entrevista, ya que no es lo mismo un puesto de alta dirección que un monitor sociocultural, por poner un ejemplo.
Pues resulta que muchos perfiles 2.0 aparecen en chándal, y aparte es viejo y raído. Me refiero a que muchos de nosotros sobreestimamos el uso que se le da a la red en la búsqueda de empleo, en el sentido de que los que lo usamos pensamos que “todo el mundo” conoce estas herramientas y se le da la utilidad adecuada. Nada más lejos de la realidad: son muchas las personas que buscan empleo que no aprovechan con eficacia los portales de empleo o las redes sociales.
Si nos molestamos en hacer un buen currículo, en planchar nuestra ropa y cortarnos el pelo para tener una buena presencia, hagamos un esfuerzo en hacer algo parecido en el 2.0. Muchos de los perfiles que aparecen en las redes profesionales son sólo un avatar gris con una “careta” y una breve información del perfil profesional, aunque a veces ni siquiera eso. Ya hablé hace tiempo, en el otro blog, acerca de la conveniencia de empezar por poner una foto que nos identifique, o si no, parémonos a pensar un momento: ¿escogerías tú como reclutador a una persona que no se identifica en las redes? ¿qué impresión te daría?
Es cierto que insertar o no la foto en el currículo ha sido un tema frecuentemente debatido (acerca de la “obligatoriedad” o ventajas y desventajas de ponerla), pero aunque parezca algo incoherente, en los tiempos de las redes sociales la gente tiene ganas de desvirtualizarse,  de verse la cara. En cierta medida ha ocurrido que durante las últimas décadas nos hemos olvidado cada vez más de relacionarnos entre nosotros, y las redes, aunque mucha gente piense lo contrario, han ayudado a generar nuevas vías de comunicación digital que ayudan a la interacción social tradicional.
Es importante saber que no tenemos que esconder nada, pero tampoco elevar la extimidad a un grado superlativo. Tener una foto que nos identifique tampoco significa que cualquier reclutador pueda ver todos los viajes y fiestas que hemos hecho en los últimos años; es un tema totalmente subjetivo, pero deberíamos estar atentos a la configuración de la privacidad en las redes. En todo caso, hablando de perfiles profesionales y de búsqueda de empleo 2.0, y más allá de estar guapos en la foto o no, sí que deberíamos reflexionar acerca de si queremos estar en chándal o no.
Si queremos transmitir una buena imagen, y ya lo hacemos en el currículum 1.0 ¿por qué no hacer un mínimo esfuerzo por hacerlo también en el 2.0? Si nos limitamos a aceptar la invitación de un amigo en linkedin y a rellenar unos cuantos datos, no sólo no estamos haciendo nada útil, si no que probablemente estemos dando una imagen de cierta dejadez que no sería demasiado recomendable para posicionarnos en el mercado de trabajo. Nos molestamos en hacer una especie de “lista de la compra” en nuestro currículo analógico, anotando todos los cursos, seminarios, jornadas, conocimientos y demás elementos que consideramos importantes, pero muchos de nosotros, sin embargo, no hacemos demasiados esfuerzos en tener un perfil completo en las redes profesionales o portales de empleo, pensemos un poco en ello.
Sólo nos cuesta unos minutos observar la estructura que tiene la red social profesional o el portal de empleo: todos son muy similares y gastando unos minutos de nuestro tiempo podemos detallar todos los aspectos que consideramos relevantes de nuestra trayectoria, con lo cual conseguimos dar una imagen “completa”, y a la vez facilitamos las cosas a las personas que nos quieras conocer de un modo profesional.
No es caprichoso lo que digo: observemos un momento un caso que podría ser común: una persona se inscribe en un portal de empleo, y sólo pone su licenciatura o estudios principales, sin poner foto para identificarse. Sin embargo, otra persona con sus mismos estudios coloca una foto en donde hacer una desvirtualización previa y anota detalladamente todos sus conocimientos y experiencia profesional ¿OpinaríamosOpinaríamos de diferente manera sobre estas dos personas? ¿Te daría más “fiabilidad” una sobre la otra?
No quiero dar la idea de que la imagen 2.0  es la panacea a la hora de encontrar trabajo: hay muchas variables incontrolables en el proceso que pueden a hacer que las cosas salgan peor o mejor, pero ya que nuestra imagen en la red sí es controlable, sería recomendable hacer un pequeño esfuerzo por mejorarla: seguro que mal no nos hace.
Oliver Serrano León

Mi proyecto de búsqueda de empleo (I): mi DAFO personal

Llevo ya unas cuantas semanas organizando mi proyecto de búsqueda de empleo. Lo llamo de esta manera, primero porque suena muy bien (para qué nos vamos a engañar), pero sobre todo porque creo que con la coyuntura actual, a la hora de dar ciertos pasos en la búsqueda debemos tener un planteamiento de proyecto, es decir: desarrollar un conjunto de actividades coordinadas y entrelazadas con el fin de lograr un objetivo específico: lógicamente, y un poco de perogrullo decirlo, mi objetivo específico es lograr un empleo.
La filosofía que voy a mantener durante todo este proceso es la de lograr que el mercado me encuentre a mi, y no al revés. Podemos quejarnos muchísimo de lo mal que va la economía, de la crisis financiera, de la poca o nula variedad de ofertas de empleo o de las malas condiciones laborales de muchos trabajos, pero si no hago un esfuerzo por cambiar las perspectivas dentro de mis posibilidades, no creo que los factores externos e incontrolables se alineen a mi favor y me iluminen como si fueran un tipo de Espíritu Santo
Durante algunas semanas iré publicando mediante respectivos posts el camino que estoy siguiendo para lograr mis objetivos. Intentaré cumplir por un lado la función de catarsis personal, pero sobre todo lograr desarrollar la función de compartir mi experiencia y hacer que el 2.0 sea cada día más una realidad.
Antes que nada, empezaré por el principio, como debería ser siempre: ¿quién soy y dónde estoy ahora? Para los que no me conozcan, soy psicólogo y hasta el momento actual he desarrollado mi carrera profesional en tres vertientes: orientación laboral y promoción del empleo, formación a desempleados y ocupados y psicología clínica. (pueden visitar mi perfil en xing si lo desean).
Como digo en mi bio de twitter, trabajo con personas y para las personas, y espero poder seguir haciéndolo hasta que me jubile e incluso algo más allá de ese momento.  
En la actualidad tengo la suerte de poder ejercer como psicólogo en un gabinete junto a unos estupendos profesionales de la salud mental; es un trabajo que disfruto y para el cual bien formado y preparado, pero por desgracia no puedo “vivir” exclusivamente del mismo, ya que sólo el dedico unas cuantas horas a la semana. También he estado dedicándome a impartir algunos cursos de formación, pero al igual que el trabajo con el gabinete, se hace muy difícil de ello dada la escasa oferta formativa actual.
A partir de aquí, mi primera reflexión, aunque ya la haya expuesto en otras ocasiones, es que uno de los mayores demonios a los que nos enfrentamos es el poco conocimiento o la escasa crítica que nos hacemos hacia nosotros mismos. Nos encanta observar a los demás, opinar sobre lo que ocurre a nuestro alrededor, ver defectos en todas partes menos en nuestra propia sombra. Dado que llevo un tiempo elaborando mi proyecto de búsqueda de empleo, he decidido que uno de los primeros pasos a dar es conocer de primera mano mis virtudes y limitaciones, y por otro lado, sondear las oportunidades y las amenazas que plantea el mercado de trabajo actual.
Así que, en las siguientes líneas, y asumiendo el riesgo de mostrar ante todos ciertas debilidades (aunque en el fondo creo que mostrar las debilidades es signo de fortaleza) plantearé mi propio análisis personal y de la situación, lo que me ayudará a descartar algunos pasos y a tener en cuenta otros en la búsqueda de empleo. Primero, por si alguien no lo conoce, describiré un poquito de que trata el análisis DAFO.
El Análisis DAFO (en inglés, SWOT – Strengths, Weaknesses, Opportunities, Threats), también conocido como Matriz ó Análisis «DOFA» o también llamado en algunos países «FODA» es una metodología de estudio de la situación competitiva de una empresa en su mercado (situación externa) y de las características internas (situación interna) de la misma, a efectos de determinar sus Debilidades, Oportunidades, Fortalezas y Amenazas.
La situación interna se compone de dos factores controlables: fortalezas y debilidades, mientras que la situación externa se compone de dos factores no controlables: oportunidades y amenazas.
El análisis DAFO es la herramienta usada por excelencia para el análisis de oportunidades de la empresa, pero quizás va tocando la hora de que, sobre todo las personas que buscamos empleo o queremos mejorar nuestra situación profesional, usemos esta técnica con el fin de conocernos un poquito mejor a nosotros mismos.
A continuación haré un acercamiento DAFO a mi situación (es una versión muy resumida, a modo de ejemplo, con los puntos que he considerado de mayor interés, la versión íntegra ocuparía demasiado espacio y estaría hablando demasiado de mí mismo: un poco está bien, pero sin pasarse).
Debilidades:
         Muchos años dedicándome a la orientación laboral como principal empleo, aunque he intentado compatibilizarlo con otras ocupaciones, tal y como decía más arriba.
         Falta de formación específica en algunas materias. Estoy flojo en la parte de RRHH y también necesitaría actualizarme más en psicología clínica.
         No dispongo del título PIR (psicólogo especialista en psicología clínica).
         No quiero abandonar la actividad como psicólogo clínico, lo que me limita en cuanto a horarios de trabajo (aunque de momento sólo le dedico dos tardes).
         Poco perfil comercial. No es algo bueno ni malo, es mi perfil, pero en muchas ofertas se demanda “orientación comercial”, que en mi caso no creo que tenga en demasía.
Fortalezas:
         Buena formación de base.
         Experiencia acumulada a lo largo de los años.
         Buena red de contactos personales y profesionales.
         Edad: ni demasiado joven, ni demasiado mayor 😉
         Apertura a la experiencia: no descarto ocupaciones o empleos distintos a los que he venido haciendo hasta ahora. Si quiero cambiar algo, debería empezar por cambiar algo.
         Capacidades personales: comunicación, capacidad de resolución de problemas, proactividad, facilidad en general para el trato con las personas.
Oportunidades:
         Los tres campos a los que me he dedicado hasta el momento siempre van a tener demanda, de una u otra forma, en el mercado de trabajo.
         En épocas de alto desempleo, deberían aparecer más proyectos de orientación laboral, aunque esto no siempre se cumple.
         Aparición de los entornos 2.0, que si bien no generan empleo en sí mismos, si ayudan al networking y a la aparición de oportunidades.
          
Amenazas:
         Situación actual del mercado laboral. Aunque surgen proyectos relacionados con mis ocupaciones, las administraciones están haciendo recortes presupuestarios en casi todas las materias.
         Competencia: detrás de mí vienen jóvenes sobradamente preparados, nativos digitales y con ganas de comerse el mundo.
         Muchos proyectos de emprendeduría empresarial, pero pocos de emprendeduría personal, con respecto al empleo.
Este pequeño análisis, que insisto es muy resumido, me ayuda a saber dónde estoy y qué caminos debo ir tomando en mi proyecto de empleo. Conocer lo peor y lo mejor de uno mismo es, sin duda, un buen punto de partida y un análisis de la situación que me permitirá clarificar ideas, prepararme ante a las adversidades y estar mejor preparado antes los desafíos.
¿Tu ya has hecho tu DAFO personal?
Oliver Serrano León

Movilidad laboral: ¿dónde estableces tus límites?

Según un reciente informe de la consultora PriceWaterhouseCoopers, los españoles estamos por debajo de la media de la Unión Europea en cuanto a movilidad laboral, estando sólo por encima en este sentido de Italia, Austria y Portugal. Aunque sea triste decirlo, es bastante normal que nuestro país esté por debajo de la media en muchos aspectos, pero en este caso, y dado el panorama actual del mercado nacional actual, se convierte en una noticia más grave todavía.
Cuando ejercía de orientador laboral, un hecho en particular que me llamaba bastante la atención era la resistencia de muchas personas ante el hecho de tener que desplazarse relativamente lejos de su domicilio o a cambiar temporal o definitivamente de residencia para optar a un puesto de trabajo. Pero como este grupo de personas es de todo menos homogéneo ( no es lo mismo pasarse 45 minutos en metro que cambiar de país para trabajar), me permitiré desarrollar algunas subcategorías y establecer algunos motivos de esa resistencia.
a)      Jóvenes universitarios: ¿Hay alguien que lo tenga más fácil para desplazarse al extranjero que ellos? Probablemente no. Suelen ser personas sin responsabilidades familiares y disponen de un número de plazas relativamente alto de becas para hacer algunas asignaturas de su carrera en países europeos, como el Erasmus. Sin embargo, de los cientos de universitarios que pude atender durante casi 10 años, eran muy pocos los que habían aprovechado estas oportunidades o se planteaban aprovecharlas en un futuro cercano. El miedo a salir fuera, el desconocimiento de idiomas que no sean el nativo, la escasez de remuneración económica de las becas o la falta de información podrían ser algunas de las causas por las que les cuesta salir fuera. Por mi parte, les insistía muchísimo para que se lo pensaran. Sobre todo porque observaba una serie de ventajas, como por ejemplo: conocer medianamente bien un idioma, aprender a desenvolverse en un entorno diferentes, conocer otras metodologías de trabajo, convivir con otras culturas, y, en definitiva, adquirir una experiencia vital de sumo valor que les aportaría un valor añadido en su futuro personal y profesional. En resumen, cuestión de actitud hacia la apertura a la experiencia y capacidad de adaptación.
b)      “Busco trabajo, pero al lado del portal de casa”: aquí incluyo a todas aquellas personas que son muy reticentes a desplazarse en su vehículo particular o en trasporte público unas decenas de kilómetros diariamente para acudir a su trabajo. Si bien es cierto que a nadie nos gusta perder el tiempo en la carretera, la inmensa mayoría de los que tenemos trabajo o los que lo buscamos, debemos ser conscientes de que es dificilísimo trabajar cerca de casa sin tener que hacer pisar un poco el asfalto. Sin embargo, también me encontraba con reticencias a estos desplazamientos de corta o media distancia, sobre todo personas que provenían de zonas rurales. ¿Causas de estas resistencias? Por una parte económicas, dado el posible gasto en combustible o en bonos de transporte, (“si acepto ese trabajo se me va la mitad del sueldo en gasolina”) y por otro lado sociales (“ si acepto ese trabajo a jornada partida, no veo a mis hijos porque cuando llego a casa ya se han acostado”). Pero eso no quita que muchas otras personas sí lo hagan: entonces nos encontramos, como en el caso anterior, con un problema actitudinal.
c)      ¿Irme al extranjero? Ni loco. No cabe duda de que, al menos geográficamente, supone el desplazamiento más amplio al que tiene que hacer frente un trabajador. Pensar en desplazarse con toda su familia a otro país, o por otro lado no ver a sus seres queridos durante semanas o meses, no es decisión fácil. Cambio de cultura, de idioma, de forma de trabajar…muchos cambios y en muchas ocasiones poco tiempo para decidir. En muchas ocasiones la remuneración y las ventajas sociales son atractivas, pero aún así no es algo que se pueda pensar de un día para otro. En algunos programas de TV, como Españoles en el Mundo o Callejeros Viajeros hemos podido observar trabajadores que se han establecido en otros países, bien como profesionales “enviados” por sus empresas o bien como emprendedores. Vemos como se han adaptado perfectamente e incluso tienen una calidad de vida superior a la que tenían anteriormente en nuestro país. Pero desde otra perspectiva, no son demasiadas las personas que deciden dar el salto, e incluso nos pueden parecer “arriesgados” u “osados”. Entonces…¿hay que estar hecho de una pasta especial para residir y trabajar en otro país? Volvemos con las actitudes….
En los tres supuestos que propongo, que ni mucho menos son los únicos, he insistido en que de fondo hay un problema actitudinal, pero tampoco podemos despreciar otros igual de importantes como el coste del transporte, compatibilidad de vida profesional y familiar, etc…, pero ¿cuáles son las actitudes y problemas que generan un rechazo, según lo que he podido ver estos últimos años?
   Los españoles somos extremadamente españoles. Practicamos con demasía una suerte de patriotismo desmedido porque creemos que aquí tenemos lo mejor o que los guiris son muy raros, y desconfiamos de nuestra capacidad de adaptación. La cañita y el aperitivo, la siesta y otros muchos tópicos siguen estando ahí, aunque pensemos que no.
   Sentido de la propiedad de los españoles: como siempre, Spain is different. En nuestro país apreciamos especialmente las propiedades, sobre todo las inmobiliarias; con un piso alquilado es relativamente fácil rescindir un contrato o llegar a un acuerdo con el propietario, pero si hemos comprado una casa hipotecándonos hasta las cejas el año pasado, probablemente nos limite bastante a la hora de desplazarnos.
   Sentido de la familia de los españoles: por norma general, le damos muchísima importancia a la familia, y nos diferenciamos bastante en ello de muchos otros países, sobre todo de los europeos. Separarnos de nuetros allegados o emprender una nueva aventura junto a ellos nos suele dar bastantes quebraderos de cabeza.
   Limitación en el conocimiento de idiomas: en un post de hace unas semanas lo mencionaba. Nuestro nivel de conocimientos en una lengua que no sea la nuestra es tremendamente limitado, lo que dificulta enormemente el desplazamiento a otros países, salvo los iberoamericanos, en donde la adaptación es lógicamente más fácil.
   Acomodación de los jóvenes universitarios: mientras en otros países lo más normal es que un estudiante compagine sus estudios con un trabajo a tiempo parcial, aquí se estila, salvo excepciones, el estudiante a jornada completa, lo que hace un flaco favor a la hora de pasar un meses fuera y trabajar en un McDonalds mientra se hacen asignaturas en otro idioma.
   Las empresas, en muchos casos, no tienen en cuenta todos los problemas inherentes a un desplazamiento, sobre todo si pensamos en otra provincia o en otro país (por un lado obligan a una toma de decisiones muy rápida y por otro lado no siempre ayudan a resolver ciertas cuestiones familiares, como la matriculación de los hijos en el colegio cuando ya no es posible conseguir plaza).
Sólo son algunos ejemplos de algunas causas de la poca movilidad laboral de los españoles. Pero como resumen, creo que hay un factor del que no nos podemos olvidar, que es la “distancia emocional” que estamos dispuestos a soportar. Los sentimientos de lejanía pueden ser los mismos para la persona que se desplaza 120 km. todos los días para acudir a su puesto que para el trabajador desplazado al extranjero. Una cuestión, sin duda, difícil de resolver pero ¿te has planteado cuál es tu distancia emocional? ¿Cuáles son tus límites en cuanto a movilidad geográfica en el trabajo?
Oliver Serrano León

¿Qué parte de tu felicidad reside en el trabajo?

Los avances de la psicología científica en los últimos años nos han permitido medir casi cualquier constructo hipotético: variables de personalidad muy conocidas, como la extraversión, competencias concretas en el ámbito laboral, destrezas intelectuales generales o específicas, y un sinfín de rasgos comportamentales que pueden servir de indicadores para la estabilidad personal, el desempeño de un puesto de trabajo o muchas otras áreas personales o profesionales. Podemos saber, con cierto margen de error, si una persona cumple unos mínimos dentro de unos perfiles establecidos, o en qué lugar de una escala se encuentra su percentil.
De acuerdo,  pero el caso es que, hasta el momento, la felicidad no ha podido ser encuadrada dentro de un rasgo o estado personal a través estudios serios o cuestionarios que midan rasgos o estados de la personalidad. El concepto de felicidad es tremendamente subjetivo y no existe un acuerdo común en cómo definir el mismo; por otra parte, los castellanohablantes diferenciamos entre el ser y el estar (¿es lo mismo ser feliz que estar feliz?….¿es lo mismo estar depresivo que ser depresivo?….), así que la diferenciación rasgo-estado es otro elemento que aumenta la dificultad para establecer un supuesto constructo hipotético de “felicidad”.
Sin embargo, más allá de qué supone para nosotros la felicidad, sí que parece ser que muchos de nosotros la buscamos y encontramos en ella algunos elementos comunes: bienestar, sentido de la autorrealización, satisfacción, alegría, etc…pero ¿Qué parte de nuestra felicidad reside en nuestro trabajo o empleo?
No es ninguna novedad decir aquí que nuestro empleo consume buena parte de las 24 horas del día (para algunos con suerte, sólo un tercio, para otros la mitad y para los workaholics digamos que cuatro quintas partes ). ¿Y ese número de horas consumidas en la oficina, recorriendo kilómetros o trabajando desde casa puede cubrir nuestras necesidades y hacernos más felices?
Haciendo un análisis simplista y sesgado, podría parecer que el trabajo puede cubrir a la vez los cinco escalones de la pirámide de Maslow. Si nos fijamos un poco, tener un empleo más o menos formal cubre, en primer lugar ciertas necesidades fisológicas, sobre todo la alimentación (aunque suene a perogrullada, trabajamos para “comer”); en segundo lugar, trabajar cumple la función de “seguridad” ( a todos nos gusta tener, aún con los tiempos que corren, una cierta garantía que mañana podremos entrar a nuestra oficina); en tercer lugar, estar empleado nos permite cubrir, aunque no todas, ciertas necesidades de afiliación (no es extraño que con el paso del tiempo algunos de nuestros compañeros de trabajo sean nuestro grupo de referencia o pertenencia ); en cuarto lugar, tener un empleo hace que, en mayor o menor medida, tengamos cubiertas una dosis razonables de percepción de éxito y de respeto a nuestra trayectoria profesional. Por último, y en quinto lugar, no sería extraño pensar que parte del sentido de autorrealización pudiera corresponder a nuestro trabajo, y que percibiéramos éste como una parte fundamental de nuestra felicidad.
Pero hay algo sin duda que falla. Conocemos a muchas personas que cumplirían a rajatabla los factores descritos unas líneas más arriba; profesionales que disfrutan de un puesto de reconocido prestigio que les permitiría cubrir todas las necesidades de abajo a arriba, pero sin embargo no los consideramos felices. Más de una vez hemos observado como una de esas personas, a nuestro parecer “lo tiene todo”, pero vive en un constante “vaso medio vacío”, en donde no caben otras cosas que la negatividad, derrotismo y desánimo.
 El problema es que partimos de una falacia: el trabajo no cubre todos los componentes de nuestro sentido de la felicidad, aún cuando sea un empleo soñado por todos. Si hiciéramos caso al planteamiento propuesto, estaríamos externalizando nuestra felicidad y nos olvidaríamos que el sentido más profundo de la felicidad reside en nosotros mismos. Y si no ¿por qué si comparamos dos personas con características parecidas en cuanto a edad, posición social, puesto de trabajo, etc…una de ellas se muestra feliz y otra no? Porque el trabajo puede ser un factor más que nos ayude, pero no podemos depender de él para ser felices.
No por ser algo necesario, tener trabajo o empleo nos va a enseñar por sí solo el camino para lograr la felicidad. Para mí, todo se resume en una frase: sé feliz y luego vete a trabajar; no pretendas que el trabajo te vuelva feliz. ¿Cómo lo ves tú?

Oliver Serrano León

Formación y empleo: ¿de verdad sabes tanto inglés?

Ayer cuando metía en el coche todos los trastos que conlleva tener dos niños pequeños para ir a dar una vuelta, se me acercó un extranjero con un mapa preguntándome ¿Where I am?. El pobre señor no sabía ni en que parte de la isla se encontraba. Quería dirigirse a la zona del Parque Rural de Anaga, en Tenerife y se había quedado a medio camino, sin saber cómo llegar (la verdad que la señalización y las indicaciones que tenemos por aquí tampoco ayudan demasiado, pero ese es otro tema aparte).
A trancas y barrancas pude explicarle que en primer lugar tenía que coger la autopista que llevaba a Santa Cruz, y una vez allí tomar el camino que le llevaría a su destino. Me sentí fatal porque me di cuenta de que mi fluidez a la hora de expresarme en inglés era totalmente nula; soy consciente de que tengo bastante vocabulario y las nociones básicas de gramática, ya que no me suele costar leer textos en inglés, pero en lo que se refiere a conversación… nulo total ( al final este señor tuvo suerte porque yo me dirigía a Santa Cruz y me siguió, así fue todo más fácil).
Cuento ésto porque una información muy típica que suele aparecer nuestra hoja profesional, sobre todo en ciertos perfiles profesionales, es el apartado de idiomas. Damos por hecho que hay profesiones que requieren un dominio, o al menos un uso fluido y correcto de un segundo o tercer idioma ( por ejemplo en todos los trabajos relacionados con el turismo), pero hay otras muchas ocupaciones en las que el conocimiento de otro idioma que no sea el materno también puede venir muy bien.
En referencia a este asunto, muchos de nosotros podemos tener la mala costumbre de poner que tenemos un “nivel medio” de inglés cuando lo mencionamos en el algún apartado del CV. Damos por hecho que como en el Instituto pasamos por muchas clases de idiomas y sabíamos reconocer algunas palabras de esos “listenig” que nos ponían en un radiocassette, tenemos un nivel más que aceptable para defendernos. De alguna manera asimilamos ese nivel medio porque suena “cool” o por moda, pero nada más lejos que la realidad en cuanto se nos exige un poco más.
En España son escasas, sobre todo si nos comparamos con el resto de los europeos, (salvo los británicos claro está), las personas que pueden presumir de tener un buen uso del inglés. Tampoco quiero decir que porque yo sea bastante cazurro expresándome en la lengua anglosajona todos los demás lo sean, ni mucho menos, pero hay datos que están ahí, y no los podemos obviar.
Según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), correspondiente al mes de febrero, dos tercios de los encuestados (63,1%) admite que no sabe ni hablar ni escribir en ingles, mientras que sólo el 7% dice saber leerlo y un 6,4% reconoce saber escribirlo. Pese a ello, nueve de cada diez considera muy importante el conocimiento de un idioma extranjero, aunque la mayoría ni lo estudia ni se ha sentido perjudicado en su trabajo o estudios por desconocerlo.
Por todo ello, creo que por lo menos deberíamos ponernos manos a la obra en este asunto (algunas cosas van mejorando, como los colegios con un currículo bilingüe o que por lo menos imparte algunas asignaturas en otro idioma), sobre todo porque conozco varios casos ya de trabajadores que se ven sorprendidos al ir a una entrevista de trabajo y ver cómo les van a hacer la misma en inglés, e incluso casos de personas que se dedican a un área donde el conocimiento de ese idioma es casi imprescindible y van a la pata coja en ese sentido.
Creo que una parte de culpa de este fenómeno es que nos cuesta salir muchísimo al extranjero. Incluso cuando somos jóvenes, sin demasiadas responsabilidades familiares y somos susceptibles de becas que, aunque no resuelven todo ayudan bastante, nos da reparo salir fuera por un cierto complejo de inferioridad, parece que nos vamos “demasiado lejos”, y preferimos quedarnos cómodamente en nuestra ciudad, y si es cerquita de la calle donde vivimos, pues mejor que mejor.
No somos en este país un ejemplo precisamente de productividad y competitividad, y menos lo somos en el conocimiento de un segundo idioma, tal y como dicen los datos, así que pensemos por un momento si de momento no sería mejor poner que tenemos conocimientos elementales y dedicarle una cuantas horas al estudio de un idioma. Pero antes de eso, repasemos un poquito el español que cada día lo destrozamos más….¿o no?
Oliver Serrano León


P.D. Estamos de obras en el blog, cambiando la plantilla pero nos queda un pelín de trabajo por hacer todavía…saludos 😉

Desempleo y cursitis: deja ya de formarte y haz algo más

Uno de los fenómenos que más se extienden entre los profesionales que están en situación de desempleo es un tipo de sentimiento de culpa por “no ser productivo” o por “no estar haciendo nada” cuando no se tiene trabajo.

En este tipo de situaciones, y es algo que avalamos muchos orientadores y la inmensa mayoría de las instituciones, uno de los recursos más usados es la formación, con el objetivo de reciclarnos o recualificarnos y tener una ventaja añadida y competitiva con respecto al mundo laboral.
La oferta formativa actual permite que nos formemos gratuitamente a través de los planes de Formación para el Empleo en muchísimas áreas de interés: podemos encontrar acciones formativas a miles en el entorno de la gestión empresarial, otras tantas en nuevas tecnologías, y en general, casi cualquier persona puede ser potencialmente consumidora de una formación avalada y financiada por el Estado y Fondo Social Europeo.
En todo caso, más allá de que la formación sea pública o privada, para mi opinión son dos grandes oportunidades las que nos ofrece la misma: por un lado, la adquisición de conocimientos o habilidades que nos van a permitir mejorar nuestra productividad en el entorno de trabajo, y en segundo lugar, contactar con personas que se encuentran en una situación similar a la nuestra y comenzar a realizar un proceso de networking, con las ventajas que ello conlleva.
Pero lo que a priori son ventajas, también se convierten en inconvenientes. En los años que llevo impartiendo formación, me he encontrado con un perfil que suele repetirse: la persona que se dedica “profesionalmente” a recibir formación. Suele tratarse de desempleados con una buena formación de base, pero que por diferentes motivos se encuentran desempleados y quieren formarse. Digamos que hasta ahí, todo bien y muy similar a cualquier otro perfil. Sin embargo, estas personas, al acabar un curso empiezan otro, y al acabar éste, otro más, hasta empezar a recorrer la senda de un círculo vicioso con complicada salida.
La teoría implícita que suele residir en estos perfiles es algo así como “cuanto más me forme, más posibilidades tendré de insertarme en el mercado laboral”. Quizás el error reside en que no se trata de “más” sino de “mejor”. La acumulación de horas de formación complementaria no garantiza en absoluto una mejora de la inserción; si acaso, garantiza un mayor de gasto de papel o más movimientos de nuestros dedos al redactar nuestro CV.
Muchos de estos perfiles acumulan a lo largo del año (sobre todo cuando se trata de personas que están percibiendo una prestación por desempleo amplia en el tiempo) cientos de horas invertidas en mejorar su perfil, pero lo más curioso es que suelen quejarse de que no les llaman para ninguna oferta de trabajo. Lógico, ya que se están centrando en la formación para mejorar la empleabilidad, pero se olvidan o carecen de tiempo para la búsqueda de empleo (sobre todo casos en que una persona hace dos cursos a la vez de 5 horas al día cada uno: el poco tiempo que queda básicamente es para comer y para dormir).
La formación como alternativa a los períodos de desempleo es una buena opción, pero no es la única ni debe consumir todas nuestras energías: además reflexionemos por un momento a qué tipo de acción formativa dedicaremos nuestros esfuerzos (muchos cursos “se ponen de moda”, y lo único que se consigue es generar una mayor competencia entre los trabajadores, si no pensemos en el caso de los Técnicos en Prevención de Riesgos: muchas personas lo hicieron porque había demanda y por moda, no tanto por vocación y ahora nuestro país tiene un exceso de oferta de estos profesionales).
Y entonces ¿qué hacemos? ¿Dedicamos menos horas a formarnos y dedicamos ese tiempo a la búsqueda de empleo? Realmente lo importante no es el número de horas dedicadas, sino la rentabilidad que podamos extraer de las mismas. Siempre defenderé la formación complementaria como una de las vías para mejorar como profesionales, pero antes de hacer un curso de 500 horas que nos resta tiempo para otras cosas, pensemos bien si merece la pena esa inversión. Algunos de los desempleados que se “hinchan” a hacer cursos pueden tener un problema de autoestima laboral y pensar que nunca están lo suficientemente preparados para desarrollar con eficacia las tareas de un puesto de trabajo.

Quizás la formación no sea el problema (ya hemos comentado por aquí los problemas de la “sobreformación”), sino una cuestión más personal: clarificación de objetivos profesionales, posicionamiento en el mercado laboral, visibilidad en las redes yu una mejor práctica del networking, etc….No hay recetas mágicas ni yo me las voy a inventar ahora, pero simplemente sería bueno pensar que la formación también tiene un límite, y aunque es un parte muy importante del proceso de búsqueda de empleo, no lo es todo. Haz algo más aparte de formarte.
Oliver Serrano León.

Funcionarios 0.0: ¿Por qué no me miras a la cara?

Los funcionarios son en muchas ocasiones motivos de ira, cachondeo, airadas protestas o simplemente envidia de los que no tenemos un trabajo indefinido ni días moscosos por escoger en el calendario laboral.
Quizás sea una de las categorías de trabajadores donde más estereotipos se generan, y como casi siempre, algunos de éstos funcionan porque se acercan bastante a la realidad y otros son tremendamente injustos.

Es bastante descabellado aunar en una categoría homogénea a los funcionarios, ya que no tiene mucho que ver un funcionario de prisiones con un administrativo de la Agencia Tributaria o con un Jefe de Sección de una Consejería de alguna Comunidad Autónoma. Sí, es cierto, quién más quien menos que sea funcionario estará harto de oir que sus cafés duran tres horas o que trabajan 3 días de cada 10, pero muchos de ellos se esfuerzan cada día en trabajar de forma productiva y cumplir con las funciones que se le han asignado.

Casi todos conocemos, algunos más de cerca y otros más de lejos, cómo es el proceso selectivo para un funcionario, digamos “tipo” (pongamos como ejemplo un auxiliar administrativo, que suele ser uno de los puestos con más plazas ofertadas durante el año): Suele tratarse de un concurso oposición, en donde por un lado se tienen en cuenta los méritos del aspirante (trabajos anteriores en la administración, cursos relacionados con el puesto de trabajo, conocimientos específicos, etc…), y por otro lado un conjunto de pruebas que evalúan los conocimientos teórico-prácticos del candidato.

Nos suena mucho aquello de: “el temario lo llevo bien, la Constitución me la se de memoria, pero la parte de informática la llevo algo más floja”. Es muy habitual tener que estudiar un temario específico y dominar una serie de herramientas (casi siempre informáticas) para poder aspirar a conseguir una plaza en la Administración.

Curiosamente muchas de las personas que obtienen esa plaza, ya sea de auxiliar administrativo o de cualquier otra categoría, tendrán en su futuro puesto de trabajo como una de sus principales funciones la atención al público. En algunos temarios se incluye como un pequeño apartado, pero desde luego, en ningún caso el aspirante es evaluado para comprobar si tiene las habilidades necesarias para atender correctamente al usuario de la Administración.

No es casualidad que hable de este tema hoy, porque hace muy poco fue atendido por un funcionario que se pasó algunos minutos hablando conmigo prácticamente sin mirarme. Creo que si se acuerda de mi cara será porque lo primero que hizo fue pedirme mi DNI y el número que tenía asignado para la cita. Insisto: es injusto establecer aquí una generalización del fenómeno, y en mi caso pesan mucho más las ocasiones en las que he sido bien atendido que mal por un funcionario.

Pero en este caso me tocó una de estas personas que son abducidas por el ordenador, como si de un agujero negro se tratase y no pudieran evitar estar mirando a la pantalla, mostrando una manifiesta incapacidad para enfocar la vista hacia los ojos del usuario o cliente de la Administración. No voy a caer en el sesgo fácil de decir que son malos o buenos profesionales, no es esa la cuestión: lo que ocurre es que no han desarrollado o carecen completamente de una serie de habilidades, que para mí gusto, son esenciales en la atención a una persona, o por otro lado, puede que estén muy quemados de su trabajo y disminuyan su calidad en la atención al público.

Es llamativo como se habla mucho últimamente de hacer cambios serios en cuanto al trabajo de los funcionarios (por ejemplo, desarrollar herramientas para medir su productividad e incluso valorar el establecimiento de sueldos variables según sea ésta), pero desde hace mucho tiempo las pruebas selectivas no han cambiado prácticamente nada. Se evalúa a los aspirantes como si fueran máquinas: conocimientos de legislación, muchas pulsaciones en el teclado y facilidad con la ofimática, y ahí queda todo (que tampoco digo que sea poco).

 Resulta cuanto menos curioso que cada año que pasa se desarrollen herramientas cada vez más avanzadas para la evaluación de candidatos, no paran de surgir consultoras que nos prometen la mejor selección posible y vemos cada día en las redes innumerables foros y blogs donde se discuten las mejores fórmulas de selección de personal en el ámbito de la empresa privada, pero en el ámbito del Empleo Público, nada cambia sustancialmente.

Puedo estar muy equivocado, y agradeceré que me corrijan, pero a excepción de los empleos en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y algún que otro empleo público más, no se hace una valoración de aspectos personales, actitudinales o motivacionales para la evaluación de un candidato a un puesto en la Administración.

En resumen, y mal que nos pese, dependemos en la mayoría de las ocasiones de las ganas de la persona que está detrás de la mesa o mostrador para que exista una atención eficiente, porque las pruebas que se usan para evaluar su idoneidad para el puesto no contemplan de momento cuestiones como habilidades sociales, escucha activa o empatía.

¿Y a ti, te cuesta mirar a la cara?

Oliver Serrano León