ERES BUEN PROFESIONAL, PERO ¿TIENES VALIDEZ APARENTE?

Según cuenta Plutarco en sus «Vidas paralelas», un patricio romano llamado Publio Clodio Pulcro, dueño de una gran fortuna y dotado con el don de la elocuencia, estaba enamorado de Pompeya, la mujer de Julio César. Tal era su enamoramiento, que en cierta oportunidad, durante la fiesta de la Buena Diosa -celebración a la que sólo podían asistir las mujeres- el patricio entró en la casa de César disfrazado de ejecutante de lira, pero fue descubierto, apresado, juzgado y condenado por la doble acusación de engaño y sacrilegio.

Como consecuencia de este hecho, César reprobó a Pompeya, a pesar de estar seguro de que ella no había cometido ningún hecho indecoroso y que no le había sido infiel, pero afirmando que no le agradaba el hecho de que su mujer fuera sospechosa de infidelidad, porque no basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo. La expresión, con el tiempo, comenzó a aplicarse en todo caso en el que alguien es sospechoso de haber cometido alguna ilicitud, aún cuando no hubiera dudas respecto de su inocencia, en la forma «No basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo».

En la actualidad, en Psicología es muy habitual el uso de validez, sobre todo cuando hablamos de tests psicológicos. En psicología científica se elaboran cuestionarios que intentan medir innumerables variables, pero se exige que tengan un mínimo de validez (que mida lo que quiere medir) y fiabilidad (que mida siempre lo mismo). Hay muchos tipos de validez (de contenido, de constructo…) y de fiabilidad (test-retest, interjueces…) pero quizá uno de los tipos de validez a los que se presta menos atención es la validez aparente.

En resumidas cuentas, cuando hablamos de un test que tiene validez aparente es aquel tests que no sólo es bueno, sino que también aparenta serlo (ya sea por su formato, por cómo se explican las instrucciones, por el diseño, etc…), o sea que la reprobación del César a Pompeya encaja perfectamente para este tipo de validez.

Pero vamos un poco más allá de los tests psicológicos. En nuestra vida personal y profesional buscamos constantemente la validez aparente. La perseguimos cuando compramos una marca en concreto; no sólo nos interesa el contenido de un producto, prestamos mucha atención al “envase” que envuelve ese producto (¿te fiarías de un médico que te atiende en chándal en su consulta, aunque fuera de prestigio reconocido?).

Aunque no necesariamente todos los profesionales necesitemos pasar por un proceso de branding o marca personal, si que es cierto, y más hoy en día, que la marca cuenta. Podemos ser buenos profesionales, formados, éticos en nuestra labor y preocupados por aprender….pero ¿y si no tenemos validez aparente?. Todo el prestigio se puede ir al garete porque, en términos generales, compramos o contratamos un producto con los ojos y con la cartera, pero no con el cerebro (¿cuántas veces nos hemos decidido más por un producto que por otro por su “imagen”?).

El refrán o el dicho popular dice “las apariencias engañan”, pero aún siendo cierto, en muchas ocasiones más que engañar refuerzan el producto. Cometemos muchas veces el error fundamental de atribución, buscando correlaciones inexistentes entre variables (“como es guapo, huele bien y va bien vestido, es buen profesional), pero nos guste o no, funcionamos de esta manera: usamos prejuicios, estereotipos…y sin duda, una buena presentación del producto ayuda mucho a su éxito final.

En un anuncio de colirio en televisión aparece un joven que va a una entrevista de trabajo con los ojos rojos; la secretaria, que es amiga suya, le recomienda aplicarse la solución líquida para lograr un mejor aspecto, ya que si no podría llamar la atención del entrevistador. ¿Tú que haces para mejorar tu validez aparente? ¿Le das importancia o crees que la procesión va por dentro?

Oliver Serrano León

Nota: referencia histórica tomada del blog www.historiaclasica.com, foto tomada de Internet, del anuncio de la marca «Vispring».

TALENTO EN CUATRO MINUTOS: NENA DACONTE

Los últimos años han sido poco favorecedores para la industria musical. La aparición del formato de compresión mp3 y su facilidad para su distribución por Internet han hecho que cambie radicalmente el sistema de intercambio comercial en lo que a discos se refiere.

No voy a entrar a polemizar aquí sobre la gestión de la SGAE, la piratería u otros temas afines, pero si me gustaría destacar un hecho que viene ocurriendo en los últimos tiempos: se echa en falta la “canción del verano”, aquella que todos nos sabíamos y que no paraba de sonar en las emisoras de radio. Puede que cada vez haya grupos con menos talento, y los que lo tienen se extingan rápidamente (sacan un par de discos y desaparecen igual de rápido que aparecen), pero quisiera referirme a un grupo que, para mi opinión, han sabido aunar talento, calidad y eficacia comercial: Nena Daconte.

El grupo está liderado por Mai Meneses, que curiosamente fue la primera expulsada de la segunda edición de Operación Triunfo; en aquellos momentos su voz no gustaba nada y no tuvo tiempo casi de demostrar sus cualidades en el programa. Durante la gira de OT de ese año Mai se unió con el bajista de la banda, Kim, para formar su propio grupo.

Desde ese momento, Nena Daconte ha publicado dos exitosos álbumes. Las razones de su buena acogida han sido, para mi opinión, las siguientes; la voz inconfundible de Mai: la cantante tiene una voz que puede gustar o no, pero es inconfundible; probablemente ha logrado dejar huella con su marca personal (ver blog de Andrés Pérez Ortega). Aparte, Nena tienen un sonido fresco y guitarrero y unas letras sencillas para todos los gustos.

El primer single de su último disco, “Tenía tanto que darte”, es un ejemplo de canción comercial de calidad: es pegadiza, con arreglos sencillos y con la duración ideal para la radio y TV, junto con un vídeo musical bastante desenfadado.

¿Recuperará el pop español su época dorada con grupos como éste?

Oliver Serrano León