COMPETENCIAS III: PERSEVERANCIA

Paulo Coehlo nos deslumbraba, hace ya unos años, en su famoso libro “El alquimista” con una frase tan demoledora como que “Cuando alguien desea realmente algo el universo entero conspira para que lo logre”. Recientemente, nos sorprendían también las ideas expresadas en el éxito mundial de “El secreto” de Rhonda Byrne sobre la importancia de la visualización de lo que deseamos que suceda para que se produzca. Una idea latente flota en ambas reflexiones: la importancia de no rendirse en la consecución de nuestros objetivos, de ser perseverantes, de ser persistentes para llegar a nuestra meta.

Según Martha Alles, podemos definir la perseverancia como “ la firmeza y constancia en la ejecución de los propósitos. Es la predisposición a mantenerse firme y constante en la prosecución de acciones y emprendimientos de manera estable o continua hasta lograr el objetivo. No hace referencia al conformismo; al contrario, alude a la fuerza interior para insistir, repetir una acción, mantener una conducta tendiente a lograr cualquier objetivo propuesto, tanto personal como de la organización”.

La perseverancia es una competencia poco evaluada en los perfiles de selección, y, en cambio, muy importante para un desempeño óptimo. Quizás se deba a lo poco seductora que nos parece frente a otras como liderazgo, trabajo en equipo,…o porque los técnicos suponemos erróneamente que todas las personas la poseen en un nivel muy desarrollado.

Dos ejemplo reveladores de la importancia de la perseverancia los encontramos en el maravilloso libro de Malcom Gladwell “Fueras de Serie” , el cual recomendamos como un gran libro necesario en nuestra biblioteca de consulta.

Alan Schoenfeld, catedrático de matemáticas en Berkeley, grabó un vídeo de una mujer llamada Renée mientras ésta intentaba solucionar un problema de álgebra a través de un software diseñado para tal fin.

El propósito del programa informático creado por Schoenfeld era enseñar a calcular la pendiente de una curva. La pendiente es la subida realizada en un recorrido.

“Así que aquí tenemos a Renée. Se sienta ante el teclado e intenta calcular qué números debe introducir para conseguir que el ordenador dibuje una línea absolutamente vertical. Ahora bien, esto es imposible. Una línea vertical tiene una pendiente indefinida. Su subida es infinita. Pero Renée no comprende que lo que ella intenta hacer no puede hacerse. Más bien está atrapada en lo que Schoenfeld llama un “glorioso malentendido”.

Renée era enfermera . No era alguien que se hubiese interesado de manera especial por las matemáticas en el pasado. Pero de algún modo se había topado con el software y ahora estaba enganchada. “¿ Qué tengo que hacer aquí? Creo que lo que tengo que hacer es cambiar esto un poquito en el eje de ordenadas”. Ella ha notado que cuanto más alto es el valor en este eje, más escarpada se hace la línea, y de ahí deduce que la clave es lograr un valor suficientemente alto para el eje de ordenadas. ¿ Y si meto 80?….ah ¡es infinito! ¿no?, nunca va a llegar allí.

A lo largo de su carrera Schoenfeld ha grabado en vídeo a incontables estudiantes pero el de Renée es uno de sus favoritos debido a lo maravillosamente que ilustra lo que él piensa que es el secreto para el estudio de las matemáticas. Pasan veintidós minutos desde el momento que Renée comienza a jugar con el programa informático. Es mucho tiempo.

Aunque es un problema de mates de octavo si pones a un alumno de octavo en las primeras tentativas habría dicho: “No me sale. Necesito que me lo explique”. Pero Renée persiste. Sigue insistiendo. No se rinde. No era un coco de las matemáticas pero Alan Schoenfeld no podía haber encontrado alumna más impresionante.

A veces pensamos en las destrezas matemáticas como una capacidad innata, que se tiene o no se tiene. Pero para Schoenfeld no se trata tanto de capacidad como de “actitud”. Se llegan a dominar las matemáticas si uno está dispuesto a intentarlo. “El éxito es una función de persistencia, obstinación y voluntad de trabajar al máximo durante veintidós minutos para sacar sentido de algo ante lo que la mayoría de la gente desistiría después de treinta segundos” Imagínense un país donde la obstinación de Renée no es una excepción, ese sería un país al que se le darían bien las matemáticas.>>

Otro ejemplo revelador de nuestra afirmación es el siguiente también extraído del mismo libro:

Cada cuatro años, un grupo internacional de educadores hace una prueba general de matemáticas y ciencias a estudiantes de primaria y secundaria en el mundo entero. Se trata del TIMSS, cuyo propósito es comparar los logros educativos de un país con los de otro.

Cuando los estudiantes se someten al examen también tienen que rellenar un cuestionario con unas 120 preguntas sobre el nivel cultural de los padres, quienes son sus amigos,…Es tan aburrido que muchos estudiantes dejan no menos de diez o veinte preguntas en blanco.

Lo interesante: Es posible clasificar a todos los países participantes según cuántos artículos del cuestionario contesten. Si se compara esta clasificación con la que resulta de evaluar los resultados generales en matemáticas resulta que “coinciden exactamente”. Lo que nos dice Erling Boe, el descubridor de este fenómeno, es que podríamos predecir con precisión el orden de cada país en el medallero “ sin hacerles una sola pregunta de matemáticas” Deberíamos ser capaces de predecirlo simplemente observando qué culturas nacionales enfatizan el esfuerzo y el trabajo duro>>

¿En que puesto del “medallero” quedaríamos nosotros?

¿Trabajamos la persistencia como una competencia principal en nuestras escuelas?

Sergio Martín Corzo